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Puertopadrense

Una boda de barrio

Una boda de barrio

Por: Julián Puig Hernández.

En Puerto Padre hay, en mi modesta opinión (como se dice) hay diferentes tipos de bodas y una de ellas es la de barrio, esa que no necesita etiqueta ni invitaciones y lo mismo va el vecino que un amigo lejano. Es un saco donde cabe todo, pero hay un orden y una cordialidad.

Este es el caso, donde me invitaron ayer y, cámara al hombro, me fui a divertir porque en definitiva estoy de vacaciones; pero ustedes deben imaginarse que esta profesión, al final de cuentas, no tiene tanto de vacaciones y todo por culpa de uno mismo, pues no hay algo que deje de constituir un acontecimiento noticioso.

La madre de la muchacha (no voy a decir nombres) es laboratorista del  hospital Guillermo Domínguez y nos llamó para que asistiéramos al acontecimiento. Había llovido el día anterior y el patio necesitó un esfuerzo extra pues no tiene piso de cemento, pero sirvió para bailar, tomar cerveza o ron, y comer pastel, bocaditos y puerco asado.

Se trata de un espacio donde no hay distinciones sociales, todo el mundo se mantiene a un mismo nivel, aún cuando es, como dicen, “de todo como en botica”.

Allí está el que no deja de mirar para la cantina, el que gusta de bailar, el que se especializa en hacer chistes y se escuchan largas y tendidas carcajadas de mujer.

Nada, que la pasé, súper.

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