Camino a El raíl
Por: Julián Puig Hernández.
En la playa La boca, camino a El Raíl, vemos con preocupación la intención de sepultar la laguna de oxidación que hay al fondo de un grupo de casas construidas sobre la duna.
Una importante cantidad de material rocoso ha sido ubicado de una manera sospechosa en los bordes del espacio de aguas sucias, al parecer para depositarla ahí y sellar esa laguna.
Nos parece que sería más prudente, en lugar de taparla, limpiarla, sacarle las suciedades que por años han vertido allí, y luego hacerle un malecón circular con una salida que permita el flujo y reflujo de agua salada.
Esa laguna existe de manera natural, no fue el ingenio humano quien la hizo y no es desdeñable creer que exista algún canal subterráneo que la comunique con el cañón. Tampoco se sabe qué función paliativa desde el punto de vista ecológico tiene esta laguna para el medio ambiente.
Es decir, a largo plazo, nadie podrá predecir qué sucedería si la sepultan y entonces qué será necesario y urgente hacer para subsanar algo que puede evitarse desde ahora, cuando estamos a tiempo de retrotraernos.
Los vecinos, que sobre la duna tienen sus casas, serán obligados a retirarse de ahí al bloqueárseles los canales de los residuales; pero esas casas son, por el momento, un muro de contención, que evitar las intenciones expansionistas del mar.
Cuando a la postre desaparezca ese muro, el mar irá en busca de un espacio que incluye, por supuesto, la laguna que hoy pretenden sepultar.
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