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Puertopadrense

Hondura en el alma

Hondura en el alma

Por: Julián Puig Hernández.

 

No es nueva la preocupación de las oligarquías de Latinoamérica sobre el enrumbe de los pueblos hacia la izquierda en esta sufrida región. Cansados de tantas promesas y viendo los horizontes que en hermandad se abren para el mejoramiento material y espiritual, los hombres y mujeres de hoy miran con más optimismo su porvenir.

Sin embargo, a la sombra de estos derroteros, permanecen los que no cejan en mantener oprimidos a los pueblos, los encargados de endulzar los carcomidos conceptos de democracia, que sólo dan fruto a las arcas personales en contraste con la pública.

Honduras hoy vive el momento más dramático de su historia, al ser escenario de un atroz acto de villanía y traición de un grupo de malos hijos que, uniformados para defender la constitucionalidad hicieron todo lo contrario, despojando a su pueblo del más auténtico recurso legal.

El presidente Manuel Zelaya ha sido maltratado en su residencia, ante los ojos asombrados de sus familiares, y las fuerzas castrenses, prepotentes y con total desprecio al más elemental brote de humanidad, le han trasladado brutalmente fuera del territorio nacional.

Desde San José, Costa Rica, habla a los medios internacionales, con tono mesurado, como quien no tiene miedo. Los gobiernos hermanos ya han manifestado su preocupación y, de inmediato, protestan por la violación que se consuma contra la democracia.

Mientras una parte importante de la ciudad de Tegucigalpa permanece sin electricidad, para evitar el conocimiento real de los hechos en el mismo escenario de los acontecimientos, los medios oficiales han sido intervenidos y sólo los alternativos dan cuenta de los sucesos tremendos.

Para sumar herrumbre al escandaloso proceso, un grupo de embajadores de la nación centroamericana, entre ellos el de Cuba, han sido secuestrados, como cumplimiento a un plan tejido felonamente.

Las declaraciones ambivalentes que hasta el momento han hecho desde la garganta del monstruo los que miran con temblor el desplomar de sus espurios intereses, deberán concretar definitivamente su perfil y tendrán que asumir el rol que dicen ejercer, de lo contrario definitivamente la credibilidad de instituciones como la OEA dejará de tener la que debiera.

Todavía lo más importante de todo está por ver, porque no es de dudar que detrás de la villanía estén las manos sombrías de quienes históricamente han apostado por una mirada muy distinta a la que se aspira hoy en este hemisferio.

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