Seamos realistas

Por: Julián Puig Hernández.

Ya no está tan de moda decir que se incumplieron compromisos por problemas subjetivos; sin embargo persiste la subjetividad en muchas, tal vez demasiadas, encomiendas cotidianas.

Queremos enfocar el asunto, para ser más objetivos, desde el pedestal donde tradicionalmente ha venido la sentencia lapidaria de la subjetividad.

Para nadie es un secreto que una empresa, institución o entidad, funciona o no, no sólo por el buen desempeño de su colectivo, sino a partir de las iniciativas que acometa el cuadro o el dirigente que los conduce. Puede un colectivo de trabajadores tener los mejores sueños del mundo, pero si quien lidera la contienda no respalda tales anhelos, es casi imposible lograr algo.

Por otro lado, es conocido que existen cuadros o dirigentes que históricamente asumen la función de apaga fuegos, porque son muy dinámicos, propensos a crear, sugerir iniciativas, pero sobre todas las cosas, son capaces de oír el parecer del colectivo y actuar en consecuencia.

Los que se conforman con ganar la emulación y creen que ese medidor les garantiza un buen desempeño, no creo tengan un excelente aval. Los que a partir de la nada, levantaron ánimos caídos, buscaron los recursos que parecían inalcanzables y lograron un espacio en la cumplimentación de su objeto social, merecen el mejor reconocimiento.

No estamos hablando de desviar recursos, sino de motivar, saber prever. Todavía hay instituciones que no saben cómo deberían funcionar este año, están esperando, que desde arriba, le digan lo que tienen que hacer. El clásico esquema del gorrión con la boca abierta. Una parte de ellos, además, no hacen propuestas a largo plazo. Se trata de ese proyecto que garantiza, al menos, un argumento teórico para su desempeño ulterior.

Cada vez que hablamos de arremeter contra el tiempo, adelantarse a los acontecimientos, recordamos la frase del Guerrillero Heroico cuando afirmó: “seamos realistas, pidamos lo imposible”.

Compañeros, eso es emanciparnos por nosotros mismos.