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Acaba de nacer El hombre de La Edad de Oro

Acaba de nacer El hombre de La Edad de Oro

Por: Julián Puig Hernández.

Hace 159 años nació El hombre de La Edad de Oro; es decir, acaba de hacerlo y lo corroboran hechos elocuentes: anoche un desfile de antorchas por las principales calles de la capital cubana, protagonizado por jóvenes estudiantes universitarios,  y hoy una mar de niños lo rememora como el mejor tributo de las nuevas generaciones.

Sufrió mucho Martí porque amó de la misma manera. No se puede ser de otra forma, pues son sentimientos consustanciales. Era casi un niño cuando debió sufrir los rigores de presidio, pudo haberlo evitado, pero tenía entonces que dejar de ser un hombre y él nació hombre.

Al dorso de una fotografía donde está con una cadena al tobillo y rapada la cabeza escribe su poema I BRIGADA - 113

“Mírame, madre, y por tu amor no llores:

Si esclavo de mi edad y mis doctrinas,

Tu mártir corazón llené de espinas,

Piensa que nacen entre espinas flores”

 

Se define, ya a los 16 años, en un escenario de mucho rigor, su vocación revolucionaria. No se amilana, sigue un camino del que no regresaría jamás y perdura, amén de los años, como vía para iluminarnos el porvenir.

 

“Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
–Flor de mi seno, Homagno generoso
De mí y de la Creación suma y reflejo,
Pez que en ave y corcel y hombre se torna,
Mira estas dos, que con dolor te brindo,
Insignias de la vida: ve y escoge.
Este, es un yugo: quien lo acepta, goza.
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Caliente, y tiene rica y ancha avena.
Esta, oh misterio que de mí naciste
Cual la cumbre nació de la montaña,
Esta, que alumbra y mata, es una estrella.
Como que riega luz, los pecadores
Huyen de quien la lleva, y en la vida,
Cual un monstruo de crímenes cargado,
Todo el que lleva luz, se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto
La escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
Como que crea, crece!
Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur vertió su voz sagrada,–
La estrella como un manto, en luz lo envuelve,
Se enciende, como a fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
Se oye que un paso más sube en la sombra!
–Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata”

Su verbo preclaro hoy sigue siendo la fuente nutricia principal para defender los valores que nos distinguen.

 “Cada cual se ha de poner, en la obra del mundo, a lo que tiene más cerca, no porque lo suyo sea, por ser suyo, superior a lo ajeno, y más fino o virtuoso, sino porque el influjo del hombre se ejerce mejor, y más naturalmente, en aquello que conoce, y de donde le viene inmediata pena o gusto: y ese repartimiento de la labor humana, y no más, es el verdadero e inexpugnable concepto de la patria. Levantando a la vez las partes todas, mejor, y al fin, quedará en alto todo: y no es manera de alzar el conjunto el negarse a ir alzando una de las partes”

Ese es el hombre que nace todos los 28 de enero: el más puro de la raza.

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