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Puertopadrense

Nadie sabe cómo se llama Ñanga

Nadie sabe cómo se llama Ñanga

Por: Julián Puig Hernández.

Es uno de los personajes más populares de Puerto Padre y es conocido, sobre todo, por su habilidad para trepar matas de todo tipo, incluyendo palmas y cocoteros, aún cuando su edad se estima en los ochenta años.

Según mi vecino, Luís René Pérez Labrada (Miñingue) Ñanga es hijo de un barbero ambulante que vivía en Juan Sáez, un barrio del antiguo territorio de Puerto Padre y que ahora pertenece al municipio de Jesús Méndez. El padre de Ñanga se llamaba Romualdo Salazar y la madre Nine Ochoa. Por lo pronto nuestro popular personaje se llama Ñanga Salazar Ochoa.

Según el Diccionario de Pichardo, editado en 1875, Ñanga es el individuo o animal que camina con las extremidades dobladas y que busca un equilibrio en su andar. También se le dice además Ñanguete y hasta Ñangado.

Argelio Santiesteban lo recoge también en su Diccionario de vocablos cubanos y Fernando Ortiz le agregó que esa voz tiene origen africano, nos comentó el historiador Ernesto Carralero Bosch.

Lo cierto es que se le da un tono peyorativo y eso no nos parece correcto. No faltan en Puerto Padre los que se meten con él, le dicen cosas para provocarlo y eso, por supuesto, le despierta una reacción que van desde los insultos y las malas palabras hasta una pedrada.

Ñanga, hace un tiempo, vino y le pidió permiso a mi vecina Zenaida para sembrar unas semillas de frijoles a lo largo de su cerca y ella lo aceptó. Todos los días, mañana por mañana, traía un galón de agua en un pomo plástico y se lo echaba a las semillas que no tardaron en enroscarse por la cerca. De vez en vez, Ñanga recoge sus frutos y se hace, según él, potaje.

Se le siente venir porque camina arrastrando los pies y los perros le ladran, no para morderlo, sino para decirle que no haga eso porque los ponen nerviosos, aunque a él le gusta que le ladren para amenazarlos con palos. Es como un muchacho travieso.

A él, por ser una persona, se le debe respetar y querer, cosa que no siempre sucede aunque por suerte no es la mayoría que lo insulta. Somos las personas de buena voluntad los que, cada vez que nos lo encontramos a nuestro paso, lo saludamos y le preguntamos cualquier cosa, por tal de conversar con un personaje singular.

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