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La capa de ozono es una sombrilla azul

La capa de ozono es una sombrilla azul

Por: Julián Puig Hernández.

La tierra es la casa de todos, donde vivimos y ella, esa inmensa bola de montañas, rocas y agua, nos asume como sus hijos, no importan los credos, tendencias políticas, virtudes o defectos.

Como una sombrilla azul, gruesa y hermosa, está la capa de ozono, que constituye un cobertor prodigioso encargado de protegernos de los dañinos rayos del sol.

Todo en exceso perjudica, y el astro rey, si bien es cierto que resulta imposible tener vida sin sus buenos oficios, es menester subrayar lo mortal de su exuberante presencia.

Así como se fermenta el vino y bajo la capa gruesa de la materia prima con que se hace, perdura el licor primoroso, es la capa de ozono, proveyéndonos de vida, al depurar la luz cargada de mucho furor.

Desde siempre el ser humano mide el ciclo de la vida, como una preocupación por la posteridad, porque creyó en la existencia futura, y lo hace entre otras formas, calculando el movimiento de los astros, sobre todo del sol y de la luna.

En un día especial como el de hoy, se pasa revista al llamado de la tierra, abrumada por el excesivo sol, que la abraza hasta la asfixia. Los científicos, inmersos en sus laboratorios, amontonando cifras elocuentes, no solo vaticinan el nefasto futuro sino que proponen fórmulas que pudieran evitar la hecatombe.

Multitudes de ecologistas en todos los países concuerdan en parar el desenfreno, operar las pupilas ciegas del mercado irracional, abrir las puertas inteligentes a las mujeres y los hombres con tecnologías eficientes.

Inmensos pastos ardidos privan de pan a las reses, sirven de osario a las especies que irremediablemente no sobreviven ante la ardiente prueba. El hielo de los polos se desploma y con ello el equilibrio del clima.

El agua caliente de los océanos es fuente nutricia para huracanes cada vez más terribles, con fuerza atronadora.

La tierra se estremece y se fractura como respuesta de su profunda garganta. Es un reclamo que viene de muy hondo, como lo hacen las multitudes para que frene el desenfreno.

Nunca la humanidad conoció de tantas guerras alentadas por la sinrazón. El ser humano deja de ser racional y se convierte en enemigo de sí.

Puede que en algún lugar del mundo, seguramente en varios, habrá niños en la playa haciendo castillos de arena, ignorantes de que la irracionalidad de los hombres ha agujereado su inmensa y hermosa sombrilla azul.

Es poco responsable que le entreguemos a las generaciones futuras una casa tan desordenada y maltrecha. No se nos dio ese privilegio para devorarla como si fuera una propiedad individual, que se arruga con las manos como un papel viejo y se echa a un lado.

¿Cómo explicar que dejamos de ser cromañones? Si existe la más mínima posibilidad de salvar el planeta, hagámoslo sin vacilación en esta hora de reclamo universal.

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