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Puertopadrense

Viejas formas de curar en los nuevos tiempos

Viejas formas de curar en los nuevos tiempos

Por: Julián Puig Hernández .

Es obvio que la medicina natural y tradicional abrió los horizontes de la actual, signada por la ciencia y que de alguna manera se llama industria farmacéutica; sin embargo, aún con el desarrollo de la tecnología, en no pocos países del mundo, los tratamientos contra muchas enfermedades son a base de yerbas, unas veces por economía, otras en virtud de sus tradiciones, pero va creciendo con pasión la búsqueda de curar el cuerpo con elementos que no compliquen las patologías.

El ingenio del ser humano, unas veces por instinto; otras, dicen, por conocimientos esotéricos, ha podido salvar de fiebres, llagas, accidentes u otras complicaciones a sus congéneres, tomando tizanas, poniendo fomentos de hojas frescas, haciendo lavatorios o masticando yerbas para, colocar esa mascada en yagas.

Aún con el desarrollo de la farmacología, en Cuba existe un programa de producción de medicamentos de esta naturaleza que funciona desde el año 1992 y que en Puerto Padre abrió sus puertas un año después en el Centro de Producción del batey de Delicias, donde aún existe.

Durante el pasado 2010, se vendieron frascos por un monto superior a los 228 mil pesos, en raciones cuyo valor no llega al peso, lo cual no significa que su calidad es inferior, sino que responde a la política de subvencionar un apartado muy sensible para la sociedad.

En las trece farmacias que funcionan en Puerto Padre se expenden estos medicamentos, hechos a base de ajo, romerillo, orégano, manzanilla, propóleos, menta, copal, eucalipto, llantén, calabaza y guayaba entre otros ingredientes producidos en la región y que responden a un convenio para la entrega de drogas secas firmado entre la Empresa Agrícola y la Dirección municipal de Salud.

Esta forma de hacer medicamentos resulta, además de útil, que es lo primero, muy económica, pues esos grandes volúmenes de producción son garantizados, supervisados, controlados y distribuidos por un equipo de ocho personas, liderado por una licenciada y una técnica de laboratorio.

Aún así existen, sobre todo en las zonas rurales donde las tradiciones están perfectamente enraizadas, personas que son capaces de dictar, sin leer un libro, más de una fórmula para acabar con una gripe impertinente, salir de una ingesta, bajar fiebres o recuperar el sueño.

Demás está recordar a esos que, con un gajo de yerbas en las manos, devuelven el apetito y el sueño a un niño de padres preocupados por los incontrolables llantos del bebé.

Esta última parte, aún cuando la ciencia no ha podido justificar con la epistemología, existe; pero no puede producirse en los laboratorios.

 

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