El nuevo color de la Casa Blanca

Por: Julián Puig Hernández.

 

Nos parece que al representante republicano, Mcain, no lo superó tanto Barack Obama como el propio George Busch, con sus ocho años de desaciertos al frente de un país que ha sumido al mundo en un serio problema económico y signado por la guerra.

Si bien es cierto que el demócrata, con su discurso inteligente y renovador, pudo superar con creces a su rival, sobre todo porque programó una campaña intensa golpeando insistentemente los puntos vulnerables de su rival (que sin dudas no eran pocos), debe señalársele también como mérito supremo haber emergido de entre los viejos prejuicios raciales para imponerse con un verbo que no pocos califican de sustantivo mientras otros lo catalogan como el poeta de la política norteamericana.

El nuevo ocupante del sillón presidencial deberá ahora ajustar su programa al cambio de belicismo en la postura internacional, mientras las urgencias de la economía exigen un nuevo diseño pues, como es sabido, los más empobrecidos fueron a las urnas, sobre todo, porque domésticamente la aguja de los dividendos mantiene su curva descendente.

Durante un discurso en un parque de Chicago afirmó: "los más grandes desafíos: dos guerras (en Irak y Afganistán), un planeta en peligro, la peor crisis financiera en un siglo’’.

Cuando Abraham Lincoln abrió el diapasón político hace 145 años, dando la libertad a los esclavos negros, nadie podía suponer entonces ni hoy, que habría de pasar tanto tiempo para que se hicieran tangibles sus derechos. Obama asumirá la presidencia el 20 de enero, 43 años después de que se sancionó una ley que anulaba una serie de requisitos que en la práctica impedían votar a los negros en muchos estados sureños.

Pero también Obama deberá analizar la política con sus vecinos territoriales, víctimas como no pocos de la arrogancia de su antecesor, y deberá emprender renovadas relaciones en un clima de respeto, armonía y no injerencia en los asuntos internos.