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Puertopadrense

Presentado el libro “Señora Mentira”, de Nicanor León Cotayo

La mentira es una violación flagrante de la ética y la razón civilizada, dijo Tubal Páez, presidente de la UPEC, en el acto de presentación

El libro Señora Mentira, del periodista Nicanor León Cotayo, fue presentado por el presidente de la UPEC, Tubal Páez, en una actividad efectuada en la Casa Cultural del ALBA.  

“Cuatro dedos separan la verdad de la mentira”, dice un proverbio árabe. Se refiere a los de una mano que, juntos y a un lado de la cara, indican la distancia entre los oídos y los ojos; o sea, la diferencia entre lo que solemos escuchar y lo que luego vemos.  

Con el propósito de torcerle al pueblo cubano el rumbo de su propio destino, sus enemigos han empleado a fondo gran parte de su arsenal agresivo: amenaza del arma nuclear, invasiones militares, atentados terroristas, sabotajes y guerra económica, introducción de enfermedades, intentos de magnicidio, despojo de cerebros, etc.

El abril de 1823, John Quincy Adams, canciller y poco después presidente de EE.UU., envió instrucciones a su Embajador en España en las que escribió: “Cuando se echa una mirada hacia el curso que tomarán probablemente los acontecimientos en los próximos cincuenta años, casi es imposible resistir la convicción de que la anexión de Cuba a nuestra República Federal será indispensable para la continuación de la Unión y el mantenimiento de su integridad”. 

No era nuevo que un aspirante transitara por senderos abiertos por presidentes anteriores, como Benjamín Franklin, Thomas Jefferson y James Madison quienes habían expresado idénticos propósitos.

Con los años, los contextos han cambiado, la aspiración a dominarnos, no, ya sea por una vía o por otra. Pero siempre se les presentaba un obstáculo nada menor: la isla estaba habitada por gente que pensaban de otra manera y se decían cubanos. Por ello, estos derramarían mucha sangre y enfrentarían poderosas armas ideológicas para despojarlos de su cultura e identidad y de hacerles creer su incapacidad para gobernarse por sí mismos.

El triunfo de enero de 1959 puso fin a décadas de frustraciones, desencantos, divisiones y engaños, y a la par echó abajo mitos como la imposibilidad de una revolución contra un ejército moderno, en una región del mundo acostumbrada a preservar los intereses foráneos mediante golpes militares preparados por las embajadas yankis.

La unidad y ejemplaridad del pueblo y sus líderes han hecho fracasar o al menos permitido resistir todos los intentos de disciplinar su indocilidad por la fuerza. Pero ha sido la mentira el recurso de poder más utilizado contra los cubanos para obligarnos a desistir de sus ideas, sembrarnos la desesperanza, desmoralizarnos, dividirnos y dañar nuestra imagen en el mundo. Vivir bajo el acoso de la mentira ha sido un estado natural de la existencia de los cubanos durante medio siglo.

Es cierto que el descomunal poder de Estados Unidos y sus aliados, mediante enormes factorías especializadas en manipular, silenciar, censurar y reproducir la mentira, no ha logrado destruir su Revolución, pero confunde, desorienta y siembra la duda, no solo en el mundo sino también en lo interno.

Nicanor León Cotayo desmenuza un grupo de campañas de mentiras esparcidas por todas partes para imponer matrices anticubanas en la opinión pública internacional, debilitar nuestro país y hacer más fácil sus planes de dominación. Algunas son anteriores a 1959. Sin embargo no es posible recogerlas, ni siquiera resumidas, en un volumen de poco más de 100 páginas como el que presentamos, donde se analizan las más groseras y emblemáticas, con la virtud adicional de la prosa directa, sin adjetivos ni estereotipos, que caracteriza al autor y que apoya con gráficos algunos de gran valor probatorio.

A la señora mentira --esa matrona omnipresente en los salones de la política de Washington--, Cuba revolucionaria ha opuesto siempre la verdad, desde el Moncada o la Sierra, cuando en los partes de guerra no se ponía de más ni una baja enemiga o una bala ocupada.

Solo unos días después del triunfo de 1959 el naciente gobierno llamó a la Operación Verdad, para desenmascarar a las grandes agencias y medios de prensa de Estados Unidos que reproducían una imagen falsa de venganza sangrienta en Cuba a raíz de la aplicación de la justicia a los más connotados asesinos de la tiranía batistiana.

Poco después, como se reconoce en su Informe el Inspector General de la CIA, Lyman Kirkpatrick, sobre el fracaso de Bahía de Cochinos, ese proyecto aprobado por el propio Presidente de los Estados Unidos, incluyó un plan de ofensiva propagandística.

Durante los días previos y durante el desembarco, se produjo una orgía de embustes. Millones de dólares se destinaron, a financiar revistas, diarios y estaciones de radio que saturaron de mentiras el éter, y la aviación dejó caer sobre Cuba 12 millones de libras de volantes, todo según el propio General Kirkpatrick.

Las informaciones y los cables trasmitidos por las agencias AP y UPI, son muestras de la coordinación entre medios y guerra. Fechados en abril de 1961, en Washington, Miami, Ciudad México y Nueva York, daban cuenta de inexistentes desembarcos por distintos puntos de Cuba, deserciones y alzamientos masivos, luchas callejeras, huída de Fidel y Raúl, destrucción del hotel Habana Libre y del aplauso delirante de la población al paso de los expedicionarios vencedores. 

Pero también hubo silencios vergonzosos, como el del New York Times, que tenía un reportaje revelador de los preparativos de la invasión y lo engavetó a solicitud del Gobierno, como el de Obama, emplazado ahora por la defensa de los Cinco a que desclasifique todos documentos probatorios del pago a periodistas de Miami que durante el juicio desataron el terror físico en Florida y sembraron la mentira del supuesto vínculo de Gerardo Hernández con el derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate.

Es ejemplo del cinismo como elemento transversal de las campañas contra Cuba desde una prensa autotitulado libre e independiente.

Importantes teóricos de la comunicación defienden el concepto de que en las democracias modernas se manipula a la gente mediante la llamada censura invisible. O sea, la sobresaturación de información que consumen las mayorías las ahogan en un mar de tonterías sin poder encontrar la verdad útil a sus vidas. Esto es cierto, pero solo en parte.

También nos asfixia la mentira desfachatada, elaborada y echada a rodar por la maquinaria de la dictadura mediática global. La mentira no es una manipulación simple o elaborada que explota sentimientos y prejuicios. La mentira es una violación flagrante de la ética y la razón civilizada. Es una regresión de la inteligencia, pues destruye valores sustentados en siglos de evolución de las relaciones humanas.

Las grandes religiones y culturas estigmatizan la mentira y reprueban a quienes la utilizan en beneficio propio o para dañar a otros; es una actitud desvergonzada que se aprovecha, como en las estafas, de la inocencia y la credulidad del otro. Los códigos de ética la condenan por indigna, al igual que preceptos de los libros de fe. Sin embargo se ha convertido en herramienta inseparable de los políticos modernos en las potencias hegemónicas, de consorcios trasnacionales de la economía material y las finanzas, y ya está instalada en no pocos organismos y organizaciones internacionales.

Ahora que la mentira como diabla vestida de palabras de significados redefinidos, se enseñorea por el mundo, sin límites ni principios, esta nueva obra de Nicanor León nos viene a recodar el papel de esta idea asesina inoculada cada día en las masas por los grandes medios de comunicación y la llamada industria del entretenimiento.

Termino con una reflexión de Ignacio Ramonet, quien tras mencionar casos del rechazo creciente de la opinión pública cuando se descubre que ha sido brutalmente engañada, escribió:

“Eso significa –dice– que existe una extrema sensibilidad a la manipulación mediática, la gente sabe ahora que los medios son una bomba atómica que les entra en el cerebro; por consiguiente, no quieren que se abuse de tal potencia nuclear. Esa sensibilidad se encuentra en un número cada día mayor de ciudadanos. Hoy, la gente común se interesa por el funcionamiento de este sistema mediático de fabricación de mentiras”, concluye.

Considero que este libro, con el sello de la Editora Política, es una razón más para interesar a los lectores en la necesidad de descubrir y denunciar los entretelones de estas fábricas que organizan la mentira, y el deber de defender y unir nuestra verdad dispersa.

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