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La Gran Prensa y el espectáculo con los mineros

La Gran Prensa y el espectáculo con los mineros

Por: Julián Puig Hernández.

El primero de los mineros chilenos rescatados declaró “A los profesionales que hacen todo esto, publicidad, televisión, lo único que les pido yo en términos personales es que por favor no nos traten como artistas ni periodistas. Yo quiero que me sigan tratando como Mario Antonio Sepúlveda, trabajador, el minero".

En términos denotativos es así, pero yéndonos a lo connotativo, el asunto es mucho más complejo que la simple solicitud de un hombre sencillo a continuar siéndolo. La acritud tiene sus antecedentes, sobre todo en un mundo donde los medios poseen un papel preponderante en la formación o deformación de los ciudadanos.

Las tecnologías actuales que parecen estar al servicio de la sociedad, comenzaron a desarrollarse con fines mercantiles a mediados del pasado siglo y luego, los especialistas de la guerra comprendieron que ese negocio era un asunto más complejo y lo tomaron para sí. Las implicaciones de los medios en la siquis, hacen que los receptores se conviertan en puro instrumento para manipular, si no está debidamente preparado y se rebela contra eso.

La guerra mediática que sufren los países progresistas del tercer mundo es la antesala de aventuras bélicas. Las cámaras y micrófonos van delante, como la avanzada, preparando el terreno, abonando el espacio para justificar los multimillonarios fondos.

Así como en la era colombina la vieja Europa tripuló barcos para colonizar al nuevo mundo, vienen ahora con las mismas pretensiones y otras tecnologías. Yéndonos más al fondo el Imperio Romano llegó a tener unas 50 legiones, integradas por cerca de 750 000 hombres mientras la Guardia Pretoriana nunca sobrepasó los 30 000 efectivos. Napoleón nunca tuvo más de un millón y medio de hombres sobre las armas. Todas las tropas de ambos imperios no llegaban al número de efectivos movilizados por Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial.

Toda esa indumentaria diabólica que hoy amenaza nuestra existencia, no sería posible sin antes hacerle creer a los contribuyentes la necesidad de utilizar la fuerza.

Hasta los videos juegos abonan la sinrazón en las nuevas generaciones, porque los niños y jóvenes del primer mundo, matan y deshacen con aparatos con tal grado de sofisticación que hacen de un asunto tan serio, como es la deshumanización, un simple esparcimiento.

Un minero, rescatado de las profundidades de la tierra ha pedido que, por favor, lo dejen ser el hombre sencillo que siempre fue. Más de dos meses de fértil meditación, tal vez, haya sido el tiempo prudencial para descubrir la necesidad de ser, más que objeto, sujeto del mundo donde vivimos.

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