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Puertopadrense

Oda a los que no cejan

Oda a los que no cejan

Por: Julián Puig Hernández.

 

Cuando la obra es perdurable y magnífica, se vive amén de las exigencias formales de la madre natura. La huella no se circunscribe sólo al rastro del camino fútil que llena nuestros ojos, va mucho más allá en el tiempo y se alberga en el corazón de quien recibe con beneplácito el efluvio.

 

El cuerpo del actor puede perecer y por alguna razón sentimental se llora sobre el féretro del hidalgo, sin embargo emergen los recuerdos, transitan de generación en generación y perduran por los años esas acciones nobles, salidas de su ingenio imperecedero; el estoicismo mueve, aún en su rigidez, los músculos cansados.

 

La historia, pedestal de la continuidad del hombre, está hecha de lo sucedido, plagada de acciones que ponen a prueba la entereza humana y que dispone de los derroteros por donde debe andarse.

 

Las razones son luces cultivadas en el corazón de los paradigmas y la refulgencia toma altura en dependencia de la indomable capacidad por avivar la llama. Cuanto más alta, mayor alcance tendrá y otros, en fronteras distantes, asumen su irradiación para eternizar su encanto.

 

La muerte no es tal si las razones tienen bien sustentadas sus raíces y la historia se encarga, con la insistencia de los actores, de mantener por siempre los derroteros de la existencia.

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