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Puertopadrense

La producción sistemática de guerras

La producción sistemática de guerras

Por: Julián Puig Hernández.

Uno de los negocios que al parecer ofrece dividendos insospechados para los comerciantes imperiales es la industria de la guerra.

Desde los tristes sucesos del 11 de septiembre 2001 está desarrollándose sistemáticamente un proceso que al parecer fue desempolvado y enriquecido con los mortíferos métodos y tecnologías de la modernidad; pero que responden a anhelos de ocupación y sometimiento, tal y como es la insaciable sed de conquista que caracteriza a los poderosos.

La desfachatez con que se esgrimen las argucias resultan no sólo increíbles sino además pueriles; y las voces que una y otra vez se pronuncian por un mundo de paz son cada vez más calladas gracias al portentoso desarrollo de las tecnologías y las comunicaciones. Parecería un absurdo pero no lo es.

Las explosiones en las torres gemelas fueron la antesala de una guerra que continuó con Afganistán y no se sabe aún cuándo ni dónde concluirá.

Los bombardeos indiscriminados suman diariamente a niños, mujeres y ancianos como víctimas tristes en esta conflagración. Ellos ignoran por qué se les mata, los ejecutores creen saber por qué es necesario matar; mientras los verdaderos genocidas son mostrados ante el mundo como salvadores de una humanidad signada por la sangre y la muerte. Aún se le dice humanidad a esta suma de dolores eternos.

Tal parece que el camino a la civilización se llega a través de la incivilización, sólo que el final del túnel no tiene la luz que debiera y se ignora quién logrará cruzar el difícil trecho sin perecer en el intento. El arsenal atómico disponible en las manos de gatillos alegres no permite, siquiera, la esperanza de que alguien sobreviva para contar que hubo un mundo con árboles, ríos y mares hermosos.

El universo está demasiado pobre y los ricos odian la pobreza; no obstante, hay que seguir irrigando el jardín, decirle “buenos días” a nuestro vecino cuando abrimos la ventana al levantar el alba, pasear en el parque con el perro y observar la benevolencia de un sol que nace todas las mañanas para todos.

Los fabricantes de guerras ignoran cuánta hermosura sucumbirá, pero es preferible irse con ella a sobrevivir alimentando el horror.

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