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Puertopadrense

Del quiosquito de José a La Marinita

Del quiosquito de José a La Marinita

Por: Julián Puig Hernández.

Los trabajadores del puerto, esperaban la salida del bote “Roque” en el quiosquito de José, en honor al dueño, José, un español de boina ibérica radicado en la Villa Azul desde los primeros años del pasado siglo. Pero de aquel local simple, hecho para el cliente de paso, con un mostrador pequeño y algunas butacas altas no queda más que la espléndida vista al mar. Ahora se llama “La Marinita”.

Al amparo de la firma “Palmares” ha tenido diferentes etapas, ajustes y reajustes en su concepción, pero nunca dejó de tener un papel preponderante en la vida gastronómica del malecón puertopadrense, aún cuando existen otras instalaciones que buscan insistentemente una preferencia.

Dispone este minirestaurante de seis mesas, amplios ventanales por donde la luz entra sin reparos y hace del espacio el marco pictórico de luces y sombras, digno de una postal para la posteridad familiar.

A un costado está el bar donde se les despacha a los clientes de paso o donde las personas prefieren esperar mientras toman jugos o licores, al amparo del sosiego que despierta la mezcla de colores tenues y música relajante.

Sólo cinco personas se encargan de que la unidad funcione como debe ser: cocinero, auxiliar, dos dependientes y un administrador, todos graduados de la Escuela de Hotelería y Turismo.

Abren sus puertas a las doce del día y se cierran a las tres de la tarde; luego sucede a las seis de la tarde hasta las once de la noche. La  carta  tiene la virtud de recorrer diferentes gustos, ese es su propósito; pero hay en ella, por encima de todo, mariscos, a buen cotizo y mejor gusto.

Con el propósito de sumar adeptos, principal cometido de quienes divulgan su funcionalidad, se hacen sueltos Promocionales y de ahí se da cuenta, no sólo de lo que sucede en ese espacio, sino de las labores de extensión de venta hacia otras partes del municipio de Puerto Padre.

Los que conocen la historia, los que recuerdan exactamente cómo era este establecimiento y lo ven ahora, podrán respirar profundo hasta llenar los pulmones de marisma y ver, si es preciso, al señor de boina gallega y carácter jovial que dejó su impronta y encanto para toda la vida.

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