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Luis Posada Carriles: una evidencia nada insólita

Luis Posada Carriles: una evidencia nada insólita Por: Julián Puig Hernández.


La arrogancia es la materia prima de la irracionalidad, el vórtice candente para imponerse a través de la sin razón. Llegado a tal punto, los altivos, en virtud de su innata hidalguía, se rebelan sustentando las verdades tangibles que les asisten; los comprometidos con el bravucón callan, no miran de frente o cambian la conversación; los cobardes asienten, doblan la cerviz y aprueban, sin sonrojos, lo que con pavor se gesta.

Cuando sacudido el mundo fue preciso pronunciarse contra el terrorismo, muy lejos estaban muchos de preguntarse hoy de qué realmente se hablaba o cuáles colores tendría el triste arcoiris del término a tono con el cristal oscuro con que se miraba.

Demasiado corto el tiempo les llega a sus narices el cuervo que le sacaría los ojos. Mucho ha vagado sin suerte por el mundo, cumpliendo sucios encargos, y hoy, éticamente, sin ofender a la ética, no puede tirársele la puerta en la nariz, sería pecar por imprudente, si es que hubo prudencia. Pensándolo bien, hay éticas y prudencias muy lejos de las que, siglos hace, propugna hasta la cristiandad.

Viene el asesino, con las manos llenas de sangre, pide entrar por la puerta de enfrente y eso asusta. Con ojos asombrados sacan la cabeza para cerciorarse de que ningún vecino los mira y le dice al oído “entre por la puerta del fondo” y asiente ¿qué no hace él venido del señor de sombrero largo estrellado?

Pero sí lo vieron y como es un asesino, nadie puede callarse el asunto.

Amarga que le han querido lavar las manos y se le juzga sólo la entrada por la puerta del fondo con los zapatos enlodados.

Para nada cuentan los niños muertos, los cientos de huérfanos, la triste invalidez, el trauma y ahora la burla, el bofetón a la dignidad de los pueblos, la puñalada al propio discurso que una parte del mundo creyó.

Tal vez algún satélite, de esos a los que la moral poco importa, asuma en su seno tal monstruo, pero no por eso dejará de serlo; todo lo contrario. Ahora están creando el lugar donde guardar la misma prueba enjuiciadora; evidencia simbólica de un proceder, sumatoria de su irreverente e impúdica conducta.

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