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Puertopadrense

Cada Granma ha de tener un experto capitán

Cada Granma ha de tener un experto capitán

Por: Julián Puig Hernández.

 

A cincuenta años de los hechos no es difícil imaginar las circunstancias en que tuvo lugar el desembarco del yate Granma y la efervescencia popular que coronó el vórtice del acontecimiento.

Las condiciones de depauperación social, la inseguridad, el clima de hostilidad policial matizado por el abuso y el atropello, la falta de un derrotero seguro desde el punto de vista institucional y el clima de supeditación a los intereses insaciables de transnacionales con capital extranjero fueron ingredientes que sazonaron la necesidad de una auténtica revolución.

La juventud, con la inmaculada cultura de lucha, como legado que transita de generación en generación, con matices distintivos de su época, tenía nuevamente la encomienda y aunando voluntades desde diferentes partes del país, acometió la titánica epopeya de enfrentar primero y derrotar después a un enemigo indiscutiblemente mejor pertrechado pero moralmente invalido.

Cada proceso tiene su proa, su detonante, particularidades que distinguen la Revolución Cubana, que no ha carecido nunca de sus intrínsecas virtudes pues sus hacedores dependieron de voluntades auténticamente nacionales y en el caso nuestro el fenómeno tuvo su engendro desde el comienzo mismo de la república, bálsamo contenedor, máscara del tirano que se engendraba; pero ningún fruto madura antes y era preciso esperar que emergiera la verdadera naturaleza de un monstruo multiplicado luego en la América Nuestra.

En honor a la verdad, en Cuba se experimenta lo que no pocos politólogos llamarían luego neocolonia, que es la manera de dependencia al amparo de leyes viles para los pueblos; pero en Cuba también nace el despertar que hoy refulge en países como Venezuela, Bolivia, Nicaragua y otros que abren sus ojos llenos de esperanza porque un mundo mejor es posible siempre que el Granma no carezca de la voluntad indeclinable de un experto capitán.

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