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Puertopadrense

Nació con las zapatillas puestas

Nació con las zapatillas puestas

Por: Julián Puig Hernández.

Raymundo Velázquez nació con las zapatillas puestas y lo demuestra su enconado quehacer, que comenzó muy temprano, en el año 1984, cuando hizo un curso para promotores y al propio tiempo integró el Grupo Sol de América, dirigido por Elizabeth Pérez Fernández, Chavela.

 Paralelo a ello hizo coreografías, porque según él, esa particularidad de la danza es lo que define al artista, lo compromete más, lo identifica con su trabajo.

Se sumergió tanto en este difícil camino que ignoraba lo que sucedía a su alrededor: cientos de ojos veían cómo él ascendía de manera paulatina, en la misma medida en que los éxitos coronaban con beneplácito su carrera.

En un tiempo relativamente breve, 1999, le fue otorgado el Premio Nacional Olga Alonso. Encabezó con ello la lista de los que en la provincia de Las Tunas alcanzarían tan significativo distingo.

Pero es que mucho antes, 1994, ya había sido blanco de la mirada escudriñadora y exigente de Raúl de la Rosa, cuando en la capital provincial se desarrollaba la Cucalambeana nacional. Se convirtió así en el coreógrafo de tan distinguido artista.

Para su asombro, también, forma parte en La Habana del cuerpo de baile de El Quijote, un privilegio que no todos alcanzan y permanece allí en tales encomiendas, al tiempo que hace temporada, además, con el Ballet de la Televisión Cubana, en el año 2000, en el Teatro América.

En una vuelta inusitada de la historia se hace productor de televisión en el Canal Azul, de Puerto Padre, pero sus ojos siempre permanecen en la exquisitez de un buen espectáculo, al filo de los detalles que hacen creíble la imagen de un conformado artístico sobre el escenario y ahora, nos dice, vuelvo a crear un grupo de danza con niños, sin olvidar lo pedagógico de mi vida.

Sí, porque Raymundo (o Mundi, como se le conoce acá) es profesor de Creación Danzaria de la Escuela provincial de Arte donde se forman los instructores que nutren las instituciones del territorio.

Tengo la satisfacción de que muchos bailarines profesionales de hoy, fueron mis alumnos ayer, afirma durante el agasajo que por tradición se les hace a los instructores de arte cada 18 de febrero.

Es así como comprendemos cómo no son tan comunes esas personas que día a día deambulan nuestras calles y la mayoría ignora cuán inmenso es el tejido de sueños que cargan sobre sí y para orgullo de los demás también.

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